martes, 13 de marzo de 2007

La muerte tambiém brilla por su ausencia

La celebración de los 80 años de García Márquez hizo que la muerte de Jean Baudri-llard en París quedara fuera de foco. Ese día el Gabo se escondió del mundo en su casa de la ciudad de México para celebrar la vida, mientras que Baudrillard simplemente dejó de esconderse del mundo y la muerte lo encontró cansado de lidiar con una larga enfermedad.

Algo similar le pasó al maestro Aldous Huxley, quien tuvo la mala fortuna de morirse el día que asesinaron a Kennedy... o la buena, ¿quién sabe? No sé si sea bueno o malo que todo mundo se entere de tu muerte (además de que no es lo mismo que se enteren por una esquela de Gayosso que viendo tu fotografía destripado en la portada de La Prensa).
Jean Baudrillard fue uno de los sociólogos más importantes de nuestra era y el más brillante y misterioso deconstructor de la realidad y sus simulacros. Contemporáneo de Barthes, Deleuze, Foucault y Derridà, el pensador francés descubrió que todos hemos sido culpables y víctimas de un crimen perfecto: el asesinato de la realidad, y si acaso no fue asesinato, porque nadie encuentra el cadáver, entonces pudo ser un exilio: “La realidad ha sido expulsada de la realidad”, o un ocultamiento: la realidad se esconde detrás de su propia apariencia. O tal vez hayan sido las tres cosas: todo exilio es un ocultamiento, todo ocultamiento es un asesinato.
Este teórico que, como Nietzsche, Sartre y Bataille, también era un gran escritor, nos permite entrar en la lógica absurda de un mundo en el que todo se ha liberado ya, desde lo sexual y lo viral hasta lo político y lo productivo, y en el que no nos queda más que simular la orgía y la liberación.
Como escribe en La transparencia del mal: “Ya sólo podemos... fingir que seguimos acelerando en el mismo sentido, pero en realidad aceleramos en el vacío, porque todas las finalidades de la liberación quedan ya detrás de nosotros y lo que nos persigue y obsesiona es la anticipación de todos los resultados, la disponibilidad de todos los signos, de todas las formas, de todos los deseos. ¿Qué hacer entonces? Es el estado de la simulación, aquel en el que sólo podemos reestrenar todos los libretos porque ya han sido representados –real o virtualmente–. Es el estado de la utopía realizada, de todas las utopías realizadas, en el que paradójicamente hay que seguir viviendo como si no lo hubieran sido. Pero ya que lo son, y ya que no podemos mantener la esperanza de realizarlas, sólo nos resta hiperrealizarlas en una simulación indefinida. Vivimos en la reproducción indefinida de ideales, de fantasías, de imágenes, de sueños que ahora quedan a nuestras espaldas y que, sin embargo, tenemos que reproducir en una especie de indiferencia fatal”.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York revitalizaron de súbito la obra de Baudrillard, puesto que había explorado desde tiempo atrás la lógica del terrorismo y la manera en que los medios lo convierten en un espectáculo que reprueban moralmente pero repiten hasta el hartazgo. Ese mismo año lo fui a ver a una conferencia en la UNAM, terriblemente frustrante porque estaba saturada de gente y era en francés. Ni siquiera me pude acercar para decirle lo mucho que aprecio su obra llena de humor y lucidez.
A manera de homenaje, para que sus ideas siempre provocadoras sigan orbitando alrededor de nuestras cabezas, he seleccionado algunos fragmentos de la obra de este pensador único, y les recomiendo por supuesto que lean América, La transparencia del mal, El crimen perfecto, La ilusión del fin, La Guerra del Golfo no ha tenido lugar y mi favorito, Cool Memories:

“Y conservé bajo los párpados el dulce holograma de su desnudez”.

“Cálido y dulce y sutil: el cuerpo antes del amor.
Fresca, dulce y dúctil: la carne de la seducción.
Móvil y violenta y metafísica: la forma del rostro.
Dulce y cansado y sutil: el cuerpo después del amor”.

“Los políticos, y el propio poder, son abyectos porque sólo encarnan la profundidad del desprecio que los hombres sienten por su propia vida. Su abyección es la viva imagen de la de los dominados, que descubren así un procedimiento de liberarse de ella. Hay que agradecer al político que asuma la abyección del poder, y que libere de ella a los demás. Esta le mata necesariamente, pero él se venga entregando a los demás el cadáver del poder. Esta antigua función hereditaria jamás ha sido desmentida”.

“La locura sólo es obscena por la terapia, el minusválido sólo es obsceno por el cuidado que se le da (handicapped is beautiful). Obsceno es quien ahoga la crueldad del mal en el sentimentalismo de la mirada. Obscena es por excelencia la piedad, la condescendencia impúdica”.

“El tedio es como un zoom despiadado sobre la epidermis del tiempo, cada instante se dilata y aumenta como los poros del rostro”.

“La nieve ya no es un don del cielo. Cae exactamente en los sitios marcados para los deportes de invierno”.

“¡Qué hermoso sería ver el sol de perfil!”

“¿Has visto alguna vez volar a una mosca por el techo? ¿Por qué decide volar en el centro de la habitación, debajo de una lámpara ausente? ¿Y quién decide ese incansable vuelo en zig zag, versión doméstica del movimiento molecular? La mosca ignora los virajes: ¡qué misterio! Ignora también el infinito: recorre siempre el mismo espacio ínfimo, siguiendo una trayectoria aleatoria, secretamente despolarizada. Parece desconocer la idea de equilibrio: no la turban las horas de vuelo ininterrumpido en las que juega a recortar todos los puntos del espacio, siempre sabe dónde se posa exactamente, y está dispuesta a partir de nuevo. Todos sus insensatos movimientos y circunvoluciones parecen totalmente ajenos a los problemas de energía. A no ser que extraiga su energía de la misma repetición, de la descripción minuciosa de un espacio vacío, el del insecto, espacio angular, liliputiense, browniano, en el que el hombre, con su imposibilidad para moverse en ángulo recto, debe aparecer necesariamente como una presencia monstruosa y antediluviana”.

“El simulacro no es lo que oculta la verdad, es la verdad la que oculta que no existe. El simulacro es verdadero”.

“Salir de uno mismo por fractura, suavemente, sutilmente, retirarse de uno como la luz se retira de una pieza cuando cae la noche (por otra parte, la noche no cae, son los objetos los que la secretan hacia el final del día cuando, cansados, se exilian en su silencio”.

Fuente: Revista eme-equis, columna: Días Extraños de Fernando Rivera Calderón

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